Pasó la primera semana y seguía igual.
Ya no podía quedarme más tiempo en la residencia de mi amigo, por lo que me fui a un hostal del centro; en realidad estuve en dos; una noche en uno y el resto de la semana en otro. Realmente es a partir de entonces cuando empiezas a valorar unas cosas y otras. Durante la semana anterior, y aunque había salido a buscar piso y trabajo, mentalmente había estado "refugiado" en la residencia, es decir, tenía esa "comodidad", esa relativa "seguridad" o colchón que me proporcionaba el estar allí; creo que aún intentaba respirar algo del ambiente de aquella burbuja que me habían reventado hacía unos días como quién dice; realmente parte de mi cabeza estaba aún en aquella Erasmus que veía aún mía y no me resignaba a perder, no me centraba y es por ello que realmente no era consciente de lo que tenía por delante.
Pero claro, de eso no te das cuenta hasta que tienes que compartir habitación con otras 12 personas que no conoces de nada.
No es lo mismo parar unos días en un hostal como puedas hacer en viajes que sabes que tienen fecha de caducidad, a hacerlo sin saber la fecha exacta de salida. Empiezas a cansarte de hacer y deshacer maletas, de esconderlas debajo de la cama, de compartir aseos con personas de diferentes culturas, de no tener un enchufe libre para poder cargar el móvil. El no tener un sitio fijo y relativamente seguro para dejar tus cosas al final te afecta un poco, y, aunque conozcas a mucha gente y muchas historias, te dices que así no puedes durar mucho, que algo has de encontrar, y finalmente te mientes para auto-complacerte diciendote que algo saldrá.
Pero no sale nada y claro, al final: Te derrumbas.
Me acuerdo cuando llamé a casa cual niño de 7 años. Habían pasado 2 días desde que dejé la residencia. No quería continuar, tiraba la toalla.
..."Tú te pensabas que allí estaría un hombre con un cartel esperándote, que tendría un trabajo para tí"...
Me acababa de llevar un tortazo, y de los buenos. Abre los ojos flipao: el hombre de cartel no está, es más, hasta puede ser que no exista. No habían pasado ni dos semanas y estaba deseando volverme. Me ponía a la altura de los niños de papá que se cansan de su super-mega aventura en el extranjero, pero no les importa ya que papá está ahí para ayudarles, y estará para los sucesivos caprichos.
No obstante, menos mal que el mío me hizo la de "¿No querías sopa?, ¡Pues toma 3 cazos!", pero con buenas palabras claro:
"Ahora es cuando tienes que aguantar, sigue buscando, llevas allí dos días como quién dice, espera un poco y si ves que no sale nada pues te vuelves y ya está, no pasa ná, pero no tires la toalla a la primera de cambio"
Me acordé de otras palabras que me comentó una vez una profesora que tuve en Bachillerato: "Andrés, si otra persona lo ha logrado, ¿Por qué no vas a poder conseguirlo tú?",
y ¡Qué cojones!, ¡Pues claro joé!
Me puse de nuevo con la faena, echaba curriculums a diestro y siniestro mientras buscaba piso a escondidas en el Career Scotland sin que se dieran cuenta, a veces comía un fish & chips rápido en un parque con tal de aprovechar más el tiempo. En el segundo hostal a un chaval que trabajaba allí le daban alojamiento gratis a cambio de trabajar limpiando, aunque desgraciadamente no había trabajo para mí, ni en otros hostales. Me aconsejaron echar cv's en empresas ETT que solicitan trabajadores para caterings, etc. aunque nunca funcionó. Vi varios pisos, aunque el precio y las condiciones
no me convencían mucho, hasta que recibí un mensaje a través de la página gumtree, de la que sería mi futura compañera de piso Anna. Vi el piso y tanto la zona como las condiciones eran idóneas. Un bajo con dos jardines, uno compartido con los 3 vecinos y otro propio en el que ya me veía en plan dominguero total haciendo mis barbacoas y bebiendo mis cervezas, dormitorio amplio, cama doble, a 10 minutos en bus del centro... "I'll take it" le dije. Viviríamos Anna de China, Joan escocesa y unos meses más tarde llegaría Alison, también de allí. Era un jueves, y a partir de la semana siguiente ya no tendría que hacer y deshacer la maleta en al menos una temporada...
Recuerdo los últimos días que estuve en el hostal, un hostal que en realidad se había convertido en mi casa, con una familia un tanto rara: un dueño totalmente mafioso, el francés que me ayudó con las ETT, el escocés que trabajaba de limpiador y su novia granaina, los moros que compartían mi habitación y que roncaban más que yo (...a los escépticos: sí, es posible...), recuerdo como anécdota estar en la cocina común, terminar de skypear con mis padres, cuando se vuelven 2 gigantes rubias pecosas (del norte no, lo siguiente) y me dijeron en un argentino clarísimo: "¿De dónde sos vos?" .
¡Eran alemanas tú! y habían estado un año y medio en Argentina en su año sabático, (mucha gente, el año antes de entrar a la universidad se toman este año "obligatorio" para conocer mundo, vivir nuevas experiencias, enriquecerse y orientarse un poco en su futuro, cosa que considero que debería hacerse obligatorio por aquí también).
Seguía sin trabajo, pero al menos ya tenía piso, 4 días habían pasado desde que salí de la residencia.
Miro por la ventana, las calles empiezan a cubrirse de blanco. Nieva...
La nieve mola. La nieve mola mucho.

No hay comentarios:
Publicar un comentario